31 de enero de 2008

necronomista

No podía escribir mucho sobre lo que pasó, la sangre del cadáver se escurría con tanta ligereza mientras su cabello se transformaba en un viejo trapeador, no podía escribir mucho, las nauseas molestaban a mis dedos. Hubiera preferido el boletín de la tarde, aunque ese ya no tiene el aroma a los difuntos que a veces miro ya la nausea molestaba mis piernas y los dedos quedaban quietos; no podía escribir nada, trataba de no pensar en la familia del cadáver que subían a una camioneta blanca. A lo lejos escuchaba el crujir de sirenas que anunciaban la muerte o más bien que se la llevaban a dormir el sueño eterno, a esa muerte ya no le afectaba la nausea, al menos ya no tendría miedo a dormir con la luz apagada esta noche.